El problema - ¿hay otro problema para un escritor o para una escritora? - era cómo contar la historia. ¿Galchen debía reconstruir la época, brindar pistas para el lector moderno, rearmar el caso con lujo de detalles? El material estaba: las cartas de Kepler, las fojas del juicio, las preguntas a los testigos. ¿Debía hacer una novela histórica rigurosa? ¿O podía simplemente posicionarse en la época sin perder de vista el presente de enunciación y escuchar la voz de Katherina que encontrase dentro de ella como narradora? ¿Por qué no dejar hablar a los materiales desde lo que son? En una entrevista Galchen dijo: “Hay ciertas cosas, ciertos momentos, en donde sientes que si has perdido el punto de vista tienes que cambiar por completo el registro e inventar un mundo nuevo”. Se inclinó por esta segunda opción y el resultado fue mucho más inesperado, novedoso e hilarante.

Estructurado como una novela polifónica que mezcla materiales de lo más diversos, la historia de Katherina se encuentra partida al medio: lo que ella dice de sí en un diálogo hipotético con su vecino, y lo que los otros dicen de ella ante las autoridades pertinentes que la juzgan por brujería, sumado a cartas, chismes, denuncias y habladurías varias. Los cargos eran pesados. A Katharina se la acusó de envenenar animales, de usarlos para brujerías, de hacer pócimas con plantas curativas, de profanar tumbas, de huir de su juicio. Se la acusó incluso de haber quedado viuda, de hacer sus propias compras y de hablar con sus vecinos. Las situaciones que Galchen encontró en su investigación, entre un clima pre moderno y un fuerte sentimiento religioso al borde de lo místico le resultaron demasiado cómicas. Pero Galchen no solamente imaginó una voz, sino que también, eran terribles, pero no dejaban de tener un ribete cómico. Trabajó con las fojas del juicio al que fue sometida Katharina y con las cartas desesperadas de su hijo Johanne. De a poco, esta comedia negra sobre una mujer acusada de brujería se vuelve en un relato triste y amargo acerca de la libertad y los límites de sus posibilidades.

“Creo que lo que más molestó de Katharina en su momento era que fuese poderosa e independiente, que pudiera vivir sin necesidad de un hombre” dijo Galchen en una entrevista. La construcción de esa mujer, desde su voz que avanza por la novela como un confesión, hacen que los personajes se vuelvan muy vívidos y próximos. Como en las novelas de Kazuo Ishiguro, la voz de Katherina como narradora busca convencerse mientras avanza a tientas en el relato; quiere entender y entenderse en un contexto. Porque a pesar de su derrotero que huele a derrota final, el centro gravitacional de la novela, que mueve y agita todas las fuerzas planetarias que orbitan a su alrededor, es el amor. Un amor confuso y tirante, cercano a la compasión y a la angustia; pero un amor al fin de cuentas.

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