Una no puede dejar de pensar que en ciertas épocas hay suelta de individuos extraños, como esos tipos marginales que aparecían en El secreto de sus ojos. En la historia se ha visto mucho, y no precisan vestir camisas negras o pardas. No se me ocurre otra manera de ahuyentar a estos espectros que apelar a la unidad de todas las fuerzas democráticas que no queremos que escalen ni el odio ni la violencia en la Argentina. Y recordar siempre aquel poema tan esclarecedor que solía recitar Cipe Lincopvsky, “primero se llevaron a los judíos pero a mí no me importó porque yo no lo era…”.
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