Entre 1950 y 1955, Mundo Atómico publicó 23 ejemplares de 100 páginas cada uno. Conusur, un consorcio de colaboración universitaria de ciencia, arte, tecnología, innovación y saberes del sur, se las ingenió para rearmar el rompecabezas. El espacio colaborativo, integrado por seis universidades conurbanas (José C. Paz, Quilmes, Hurlingham, Arturo Jauretche, Moreno y Avellaneda) adquirió la colección completa y creó un repositorio digital. La revista, que tenía una existencia fragmentada y sus números aparecían de manera desordenada en las bibliotecas de quienes resistían luego del 55, ahora es accesible.

Sobre el contenido, Roca destaca: “La revista disputa sentido con una academia que por aquel entonces era completamente eurocéntrica, elitista, encerrada en los problemas foráneos y no conectados con las demandas del país”. Y remata: “Es un ejemplo que deja en claro cuál era la mirada científica del peronismo. El Instituto Antártico fue el primero en el mundo, fuimos pioneros en un montón de sentidos y no lo tenemos tan en claro como deberíamos”.


El peronismo y la ciencia

“Uno tiende a pensar que el peronismo era reactivo a eventos científicos, congresos y simposios internacionales que se realizaban en el país. Y en verdad fue todo lo contrario. El propio Houssay en una correspondencia privada que pude ver decía: ‘Resulta extraña la cantidad de eventos internacionales que promueve este gobierno’. Mundo Atómico realiza crónicas de estos acontecimientos, que en general tienen alguna foto que muestra la presencia y el discurso de Perón o Evita”, detalla Hurtado.

Hay muchas declaraciones explícitas acerca de cómo el segundo plan quinquenal pensaba el rol del peronismo en el desarrollo de la universidad, en la matriz productiva del país. Sin ir tan lejos, destaca la creación de facultades al interior de la UBA y de la Universidad Obrera Nacional (más tarde devenida en la Universidad Tecnológica Nacional), con el propósito de conectar la producción de conocimiento con el modelo productivo de país. La evolución de la matrícula y de la inversión en el rubro a partir de la gratuidad (en 1949) es notable: si en 1940 a la UBA asistían 20 mil estudiantes, para 1952 ya eran 56 mil.

En uno de los números más recordados se muestra al avión Pulqui (el primero de Latinoamérica en su tipo), un emblema por aquel entonces de la industria nacional que se estaba desarrollando. Ilustraciones futuristas que permiten mirar desde un punto de vista peronista cómo serían las sociedades del porvenir atravesadas por ciencia y tecnología. “La tecnología era el símbolo de la entrada en el mundo moderno. Un proyecto de país que en el fondo disputa con el modelo agroexportador”, subraya Roca.

Mundo atómico es una joya de época. Una publicación que habla de política científica, cuando parecía que todavía no se había inaugurado el tiempo de discusiones de política científica. Tiempo después, a partir de los 60, con figuras como Bernardo Houssay y los debates acerca del modelo de ciencia y de país, que sostenía con referentes como Rolando García u Oscar Varsavsky, se daría un nuevo tono a las discusiones al respecto.

Interés nuclear

Se llama Mundo Atómico, en parte, porque tuvo mucho que ver con la creación de la Comisión Nacional de Energía Atómica (1950) y el empuje de la energía nuclear. Fue una herramienta de divulgación del clima de época, marcado por los grandes proyectos gubernamentales. En el mundo despuntaba una gran inversión de los Estados que veían la necesidad de apostar a la producción del conocimiento científico. A inicios de la Guerra Fría, EE.UU. y la URSS continuaban su enfrentamiento en el terreno científico. La carrera espacial, por ejemplo, fue un territorio de disputa fundamental para ambos bloques.

“La revista aparece unos años después de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Es natural que lo poco que conocía el mundo sobre la energía nuclear fuera su poder destructivo. Por eso, en cada número la publicación hizo énfasis en las aplicaciones pacíficas de la energía”, advierte Roca. Un esfuerzo por educar en las chances de aplicaciones valiosas para la energía atómica en el campo de la salud, la química y los alimentos. Discusiones de aquel entonces que también se reflotan en el presente. 

En 1955, Naciones Unidas desarrolló en Ginebra la Conferencia de usos pacíficos de la energía atómica y Argentina concurrió a ese encuentro con una delegación de casi 40 científicos, en un momento en que muy pocos países sabían de qué se trataba el asunto. Hurtado aclara: “No se llamó Mundo Atómico porque solo se dedicara a la energía atómica, sino por el sentido de futuro, por la promesa que traía el campo. Había notas escritas por los propios científicos o tecnólogos. Recuerdo un artículo de José Balseiro sobre rayos cósmicos, pero en general eran escritas por periodistas, especialistas en comunicación”.

“Apuesta a audiencias amplias, a diferencia de Ciencia e Investigación, revista editada por la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, que era muy dura y no era muy de divulgación que digamos”, compara el físico. En Ciencia e Investigación participaban Houssay y compañía. La grieta estaba planteada y los debates, por aquel entonces, también se expresaban en forma de revista. 

Trabajo de detectives

La colección entera no estaba en ningún lado; formaba parte de todos esos objetos materiales del peronismo que, después del golpe del 55, la gente prendía fuego, escondía, enterraba. Hubo una destrucción sistemática de esa memoria; de hecho, los militares al frente del gobierno de facto cambiaron el nombre a muchas instituciones científicas para que Perón no se llevara el crédito.

En este marco, Roca cuenta: “Fue un trabajo casi de detectives reunir los 23 números: colegas, maridos, gente entusiasmada que nos ayudó a recopilar todo. Hubo una búsqueda frenética, loca; estábamos muy tercos porque sabíamos que había un patrimonio que debíamos recuperar”. “La digitalización en alta calidad de todo el material fue un trabajo impresionante; es un archivo abierto”, destaca.

En la actualidad, cualquier puede recorrer la colección. Aunque está accesible a cualquier persona, resulta de especial relevancia para los investigadores que quieran investigar el período, como una fuente de consulta autorizada. Ayuda a pensar, básicamente, que si a partir de los 60 las instituciones científicas adquirieron un lugar de creciente relevancia en la vida pública, fue gracias al caldo de cultivo que lo motorizó todo. 

Ese caldo de cultivo que habilitó el derecho a la ciencia fue el peronismo. 



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