-Llama la atención, entre el conjunto de invitados, la aparición de la marimba y el vibráfono entre las propuestas. ¿Qué sonido estás buscando con su inclusión? ¿Cómo se engarzan con los otros instrumentos?
-Con respecto a la marimba y el vibráfono, en realidad estaba buscando esa cosa más percusiva, esa cosa por ahí más tribal, que puede subdividir, marcar claves y demás, que tiene esa cosa quizá más ligada a la percusión. Quería darle ese brío y esa cosa rítmica. Y después, obviamente, prioricé siempre a los músicos. Quería tener músicos con una personalidad muy fuerte y, bueno, con Marcos Cabezaz ya había trabajado mucho en películas y demás, así que vino como anillo al dedo.
-Con la música de Piazzolla parece haberse hecho de todo. ¿Cómo se siguen encontrando cosas nuevas en ella?
-La música de Ástor está tan bien escrita que uno puede agarrar una melódica, dos cucharas y hacer una linda versión de “Libertango”. Es tan sólida en su arquitectura musical que permite de todo. Ahora, lo que sí no permite es tibieza: si la música de Astor se hace con fuego, con brío y con cierta irreverencia, de alguna manera -porque no hubo compositor más irreverente que él-, ahí se convierte en un homenaje. Su música permite que la lleves a un montón de lugares. Es una cosa muy visual, también. Y bueno, a nosotros nos ha pasado que después de tres años de tocar su obra seguimos encontrándole capas a su música.
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