En sus relatos, el amor no redime ni consuela: inquieta, confunde, incomoda. Y es allí donde radica una de las mayores virtudes de este libro: en su capacidad para abrirse a las preguntas y cuestionar certezas y categorías con las que solemos entender lo afectivo y lo sexual.
En el cuento "La última entrevista", por ejemplo, imagina un reencuentro entre Lewis Carroll, autor de Alicia en el país de las maravillas, y Alice Liddell, la niña que inspiró su célebre obra, ya adulta y casada en el presente de la ficción. Alice acude al escritor y presbítero que tanto en la ficción como en la vida real carga con sospechas de pedofilia para exigirle las fotos que le tomó desnuda cuando tenía apenas seis años: Carroll se niega a entregárselas y promete que, de ser necesario, las destruirá antes de la muerte de Alicia. En esta escena, cargada de tensión, el pasado y el presente se entrecruzan para construir una atmósfera inquietante en que el deseo, la culpa y el poder congelan a ambos en la incomodidad de un desacuerdo.
En "Francis Bacon", otro de los cuentos, el célebre pintor británico aparece vestido con un camisón antiguo de su madre y maquillado, evocando el recuerdo de ella mientras es sorprendido por un ladrón que irrumpió en su casa. Lejos de enfrentarlo, inspirado en hechos reales y tras una breve pelea, Bacon lo seduce y lo invita a tener relaciones sexuales: la escena es narrada con crudeza y minuciosidad, en un registro que le saca el jugo a la sordidez del encuentro para volverse hipnótico.
Bacon llega incluso a proponerle al ladrón que se quede a vivir con él, y el lector habita con ellos ese espacio en que el deseo y la violencia se entrelazan, mostrando, una vez más, el costado oscuro e inquietante de ciertos vínculos.
Mientras que en "Scarlett O’Hara", la autora nos introduce en un amor imposible: el de un joven que se enamora perdidamente de Vivien Leigh, la actriz que interpreta a Scarlett en "Lo que el viento se llevó”. La intensidad de ese amor platónico vivido en la sala de un cine, y el posterior "despertar" a la realidad impuesto por la madre del chico, componen una historia de iniciación dolorosa, atravesada por la ternura y la crueldad.
Así como en "Dos mujeres", Peri Rossi imagina un diálogo íntimo entre Marilyn Monroe y la actriz Simone Signoret, pareja del también actor Yves Montand. Durante una conversación entre ambas, Signoret le propone a Marilyn que se acueste con Montand. Ella acepta, y, tiempo después, se entera -a través de la prensa- de que ha perdido un embarazo de veinte días. La escena en que Signoret le revela a Montand que Marilyn esperaba un hijo suyo, y su posterior silencio ante el reproche de no haber usado preservativo, parece poner de relieve la asimetría afectiva y la fragilidad de los cuerpos femeninos ante el deseo masculino.
La mirada de Peri Rossi, lúcida y a veces feroz, está siempre atenta a los bordes: a eso que no encaja, que desborda o que incomoda. La identidad sexual, en este universo, tampoco es una categoría fija, sino más bien un terreno movedizo o en disputa. Y lo mismo puede decirse de la plenitud del amor, que se presenta como una quimera: un deseo que tropieza una y otra vez con obstáculos imprevistos, con malentendidos o con la propia imposibilidad de los cuerpos de coincidir en el deseo y en el tiempo.
El sentido de pérdida -del país de origen, de la lengua, del amor, de las certezas estáticas- recorre toda la obra de la escritora. La experiencia del exilio y del desarraigo se vuelven, en su escritura, una metáfora ampliada del desencuentro amoroso y de la imposibilidad de habitar plenamente un territorio o un cuerpo. Y también el erotismo ocupa un lugar central en su literatura, desde su primer poemario, Evohé, que escandalizó por su lirismo lésbico, hasta estos cuentos donde lo sexual se presenta como una fuerza a veces liberadora, otras destructiva.
Extrañas parejas demuestra una vez más, la capacidad de Cristina Peri Rossi para mirar allí donde otros apartan la vista y nombrar lo que ve o intuye, casi como en una variante de la rebeldía que es ya su marca personal: la escritura como un espacio de resistencia y de exploración.
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