-¿Alguna relación la canción con tiempos y lugares contemporáneos?
-Definitivamente. Aunque, como ocurre siempre, no todo el mundo entenderá o interpretará lo mismo. Aunque por otro lado, la canción no es una crónica, no es un desarrollo temporal de la realidad. Dice varias veces aquí y varias veces ahora, adverbios que inmediatamente se renuevan o quedan viejos, según ocurren los hechos, claro.
-¿Qué contemplás en tu lugar y en este tiempo extraño de hoy?
-Intento más bien que sea una actitud activa la mía, al modo que me resulte posible. No diría que estemos viviendo un período extraño; diría más bien que es un fragmento doloroso de la historia, signado por la crueldad extrema de un gobierno mediocre e insensible a las necesidades de la mayoría, que representa los intereses económicos más poderosos y concentrados de un mercado financiero parásito igual al del resto del mundo, y que además no tiene el más mínimo interés en los conceptos de Patria y soberanía. El territorio y el pueblo argentino somos víctimas de un proyecto colonial de saqueo y exterminio. Tiene números y está a la vista de todos.
-¿Alcanza con las canciones para contrarrestar la marea baja?
-No sé si alcanzan o son insuficientes. Me parece además que, desde el terreno artístico, haríamos mal en especular acerca de la efectividad de una expresión en relación con un objetivo, porque corremos el riesgo de hacer mal las cuentas y quedarnos detenidos. En tanto las canciones nos den un poco de energía, de resistencia, de certeza o de esperanza, probablemente nos ayuden a mantenernos en camino.
Por ello, Fandermole espera que el concierto del Konex resulte en una comunión con el público. Pergaminos y canciones hay, por cierto. Desde que publicó Pájaros de fin de invierno en 1983 son siete los discos que el hombre lleva publicados, además de su papel nodal como creador de bellas canciones para La Trova Rosarina -de su inspiración nacieron “Era en abril” y “Jeremías”, entre otras- y el paso dado a la rosariedad profunda junto a Lalo de los Santos, Adrián Abonizio y Rubén Goldin que determinó juntada y disco bajo un mismo nombre: Rosarinos.
Respecto a la elección del repertorio que ejecutará en la ocasión -secundado por Fernando Silva en bajo y violonchelo-, “Fander” piensa mechar canciones que tenga ganas de cantar con otras que le pidan. Probablemente no falten “Río marrón”, “Oración del remanso”, “Canción del pinar” o “Sueñero”, pues. “Se trata de atender también el deseo del que vino a escuchar y también a cantar, en muchos casos. De todas formas, nunca repetimos nada, aunque toquemos y cantemos algunas canciones que ya tienen muchos años”. El plural obedece a la inclusión en sus palabras musicales de su comprovinciano y acompañante Silva. “Fernando es un músico a quien quiero y iro. Trabajamos mucho tiempo juntos, y además lo hacemos intensamente antes de cada concierto, buscando, dentro de esta formación discreta, la mejor sonoridad y la mejor complementación. Uno u otro instrumento se van definiendo en los ensayos, al igual que los arreglos que hacemos entre ambos”.
Elipsis al principio. El también creador de “Cuando”, aquella bellísima canción que inmortalizó Juan Carlos Baglietto en el disco Lo que el otoño nos dejó (1996), tenía que contestar acerca de qué cosas lo mantienen ocupado en estos tiempos. Y por supuesto contesta. “Me ocupa despejar lo cierto, lo significativo, lo urgente y lo esencial en medio de este desborde de sucesos minuto tras minuto, y de desinformación como a la que nos sometemos todos los días”, ha dicho.
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