
Un tiro cada uno es la pieza que narra esta historia creada por el grupo de escritura colectiva feminista Cabeza, formado en 2015 por Laura Sbdar, Mariana De La Mata y Consuelo Iturraspe, en el marco de la Beca a la Creación 2016 otorgada por el Fondo Nacional de las Artes. "La obra nace de la pregunta: ¿cómo narrar la violencia? Y también a partir de una investigación sobre casos reales de femicidio en Argentina", comenta Iturraspe. Estrenada en el verano 2020, las primeras puestas fueron realizadas de forma experimental, con las tres autoras en escena, interpretando a los personajes en una especie de lectura performática. "Esta experiencia nos hizo entender la potencia escénica que tiene una mujer cuando encarna este tipo de violencia; qué pasa con el cuerpo que está a la vista", agrega Consuelo.
Luego de los años de pandemia, Sbdar e Iturraspe volvieron al texto, pero está vez dirigiendo. Y Ale, Nacho y P fueron, desde ese momento, Fiamma Carranza Macchi, Camila Peralta y Carolina Kopelioff. Entre las tres encarnan la masculinidad de una manera interesante: sus movimientos son bruscos, físicos, reaccionarios. Y no es sólo porque mientras hablan siguen jugando al básquet: el trabajo que realizan las actrices da cuenta de su nivel de observación, que conlleva una lectura crítica del comportamiento masculino. Ese grupo, que acaba de terminar la saga de funciones de los miércoles en Dumont4040, es el mismo que hará la obra en la Ciudad Cultural Konex, los domingos 27/7 y 3/8.
"La construcción de estos personajes llevó mucho trabajo: no queríamos limitarnos a los estereotipos ni tampoco que las actrices sean 'tomadas' en un 100% por estos varones; nos interesaba trabajar desde los gestos, los tonos, la corporalidad, para construir una masculinidad verosímil, reconocible, pero también teatral. Esa ambigüedad forma parte de la propuesta: son pibas interpretando a pibes, queremos que el artificio esté presente y que eso también invite a la reflexión", comenta Iturraspe.
Para la escritura de la obra, el trabajo de investigación fue el primer paso. Las autoras indagaron en las coberturas periodísticas que recibieron algunos casos emblemáticos de femicidio, pero también de las acciones que conforman al mundo machista de una manera más sutil: "Una cuestión que nos atravesó durante todo el proceso fue el intento por hablar sobre la violencia sin reproducirla –cometa Sbdar–; cómo hacer surgir la violencia, cómo mostrarla, incluso cómo poetizarla sin que se fetichice. Algo que nos ocupa desde que empezamos esta obra es el interés por generar una relación ambivalente con la violencia".
Para contraponer tanta agitación, suceden escenas en la obra en donde todo baja de intensidad, las luces se apagan y escuchamos a las actrices leer el diario íntimo de Rocío. Cuentan que su tía desapareció de la ciudad hace un par de años, y que desde ese momento su mamá no llora y su papá ni siquiera la nombra. Pero no sólo se la escucha a Rocío ahí: entre las tres la interpretan al unísono, mezclándose entre los gestos masculinos. Que la puesta sea esta fue parte de una decisión política: "Tuvo que ver con la potencia corística que resuena cada vez que aparece Rocío y que remarca la pluralidad de víctimas al mismo tiempo que subraya la fuerza de la unión colectiva. Llevó un trabajo de coordinación muy minucioso y resultó un desafío en cómo armar y desarmar a los otros personajes en tan poco tiempo sin soltar la tensión y la acumulación", cometa Sbdar.
Ese cúmulo de escenas es el que hace posible un final como el de la obra: con un registro de los tres cada vez más esquivo, agravado por la mezcla del whisky y de las pastillas, del deseo y la rabia, la obra culmina con Ale, P. y Nacho contando por qué hicieron lo que hicieron. Y cómo. El registro es tan acertado que nadie más habla, hay un silencio que se mantiene en cada diálogo en donde ellos se justifican. "Con los años fuimos encontrando un gesto común en el público", cometa Sbdar, "algo que les toma el cuerpo y merece ser vomitado cuando la obra termina. Ya sea mediante la verborragia verbal, los gestos contorsionados o las lágrimas silenciosas, todxs parecen querer deshacerse de eso que los toma en carne y hueso".
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